Ya se sabe que las cosas nunca salen como uno las planea. Sobre todo si te la juegas a conectar vuelos seguidos con excaso margen de tiempo. Un segundo puede ser mortal.
Quizás no fué sólo por un segundo pero sí por un par de horas, que nos encontramos en Madrid tomando el segundo café de la mañana mientras esperábamos que nuestro vuelo saliese con rumbo Amsterdam. La espera se hizo larga, sobre todo por la incertidumbre de qué iba a pasar cuando llegásemos a Amsterdam sabiendo ciertamente que ya habíamos perdido el vuelo.
Y por fin con una horilla y algo de retraso salió nuestro vuelo desde Barajas con destino Amsterdam. Al tomar tierra, y sin dar por perdida ninguna esperanza, el becario de Shanghai y yo nos pusimos a correr como locos por Schiphol. Es increíble como algo tan intrísicamente laberíntico como un aerepuerto puede ser a la vez limpio, ordenado e intiutivo...como es posible que me pierda en mi propia ciudad y no me pierda en un peazo de cemento y cristal, lleno de tiendas a ambos y por todos lados. Supongo que será la suerte del principiante.
Lo dicho, nos dejámos un pulmón y parte del otro, para al final confirmar la sospecha. El avión ya había partido. Por suerte, mi compañero pudo coger su vuelo con destino Shanghai.
Y entonces...ay! pobres de nosotros. Ya no había más vuelos ese día con destino Hong Kong. Todo por culpa de la huelga de controladores aéreos en Francia. Putos gabachos! ¿por qué no hacen más de estas más a menudo?
Después de hablar con el agente de viajes y la compañía aerea, nos dieron unos billetes para volar al día siguiente a Hong Kong vía París, y una reserva en un hotel de 4 estrellas de mala muerte. Pero no todo iban a ser vacas gordas. Ninguna de las comidas estaba incluída.
Y aprovechando la coyuntura, nos fuimos el resto de becarios y yo a visitar esa ciudad que tiene un equipo de futbol con nombre de marca de fregasuelos. En Amsterdam hicimos las cosas que todo turista joven se supone que tiene que hacer: fumar algo en un coffee shop, o beber algún té en su defecto, visitar el barrio rojo (por cierto chicos, en inglés se dice "red lights", por si ascaso os preguntan alguna vez), y hacernos una foto al lado de la estatua de Anna Frank, que era una chica holandesa que escribió algo así como un blog cuando todavía no existían los blogs.
Al día siguiente también visitamos el Museo Van Gogh, pero ni rastro de su oreja.
Y en fin, que Amsterdam mola. Me recordó a la zona sur de Dublín, eso sí, toda la ciudad tiene pinta de ser así, es decir, bien cuidada. Además pasear por los canales es realmente entrañable. Vivir en un barco, ancorados en un canal tiene que ser toda una experiencia...
Por la noche tomamos nuestro vuelo con rumbo Charles de Gaulle. Pero esta vez, lástima, todo salió según lo esperado. Con las ganas que tenía de pasar una noche en París! C'est la vie...
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