Leo hoy en El País un interesante artículo de opinión de Xulio Ríos, director del Instituto Galego de Análise e Documentación y también estrecho colaborador de Casa-Asia, sobre las recientes revueltas en el Tíbet.
Por una parte, Ríos destaca la estricta rigidez del discurso político del Partido Comunista Chino como elemento erosionador de la crisis.
Desde la publicación del Libro Blanco sobre el Tíbet en 2004 y el posterior fracaso de las negociaciones, la posición del gobierno chino ha tendido a endurecerse. Cualquier cesión podría interpretarse como signo de flaqueza.
Al mismo tiempo, el partido trata de potenciar el desarrollo económico del Tíbet. El crecimiento y la modernización terminarán por "diluir como un azucarillo el apego a la conciencia nacionalista"
Hace bien Ríos en señalar que la naturaleza política del problema no es religiosa sino política.
Es por tanto, el ejercicio del autogobierno lo que enajece a los monjes. Ríos destaca:
Por una parte, Ríos destaca la estricta rigidez del discurso político del Partido Comunista Chino como elemento erosionador de la crisis.
Ese inmovilismo es la clave que ha conducido al fracaso de las negociaciones mantenidas entre ambas partes en los últimos años,
Desde la publicación del Libro Blanco sobre el Tíbet en 2004 y el posterior fracaso de las negociaciones, la posición del gobierno chino ha tendido a endurecerse. Cualquier cesión podría interpretarse como signo de flaqueza.
Al mismo tiempo, el partido trata de potenciar el desarrollo económico del Tíbet. El crecimiento y la modernización terminarán por "diluir como un azucarillo el apego a la conciencia nacionalista"
Su capital, Lhasa, es un claro ejemplo: ha pasado de 5 km2 en 1965 a casi 100 km2 en 2009, una vez se completen los procesos de urbanización en curso. Pero aún beneficiando mayoritariamente a la población tibetana, no cabe imaginar que ello suponga, de forma automática, un adormecimiento de su conciencia nacional.
Hace bien Ríos en señalar que la naturaleza política del problema no es religiosa sino política.
La naturaleza política del problema tibetano no es religiosa, sino políticaEn Tíbet, como en toda China, existe libertad religiosa, pero no existe libertad política (el Falun Gong es perseguido en China por su supuesta oposición al PCC) Algo que ha reiterado en varias ocasiones Iñaki Preciado, sinólogo vasco y tibetólogo. Sin embargo, Peking considera al Dalai Lama una figura política. Vitorear un hurra por el Dalai Lama es delito en China, practicar su religión no.
Es por tanto, el ejercicio del autogobierno lo que enajece a los monjes. Ríos destaca:
Cualquier provincia de mayoría han dispone hoy de más autonomía que cualquier región formalmente autónoma
La República Popular de China está constituída por 22 provincias, 5 de las cuales son consideradas Regiones Autónomas Especiales: Guangxi, Mongolia interior, Ningxia, Xinjiang y Tíbet. Además, entre estas provincias 4 de ellas tienen el rango de municipalidades y 2 de Regiones Administrativas Especiales: Hong Kong y Macao. Y todo ello sin contar con Taiwan (denominada eufemísticamente como "la 23 provincia")
Dada la variedad de sistemas administrativos tan distintos, Ríos hace una reflexión, en mi opinión, bastante reveladora. ¿Cómo un estado capaz de idear fórmulas administrativas efectivas (por ejemplo Hong Kong y Macao) para su variopinto territorio ha sido incapaz de encontrar una solución de éxito que permita mejorar y ampliar el ejercicio de las autonomías de las nacionalidades minoritarias? Desde el ejercicio de mando del partido comunista, en 1949, éste se ha eregido como elemento central de poder con una idea clave: la creación de un estado fuerte. Desde mi punto de vista, el centralismo de Peking se traduce en una hegemonización de los valores culturales. Como resultado, China ha venido colonizando su propio territorio con plantaciones de chinos han. Ríos lo sintetiza en el siguiente párrafo:
La autonomía promovida por Pekín, no obstante, ha estado siempre comandada por la mayoría han, con el auxilio de “segundos” de las nacionalidades correspondientes, repartiéndose papeles entre jefaturas de partido y de gobierno. Pero mandan los han.La última parte del artículo aborda las cuestiones futuras y propone celeridad para resolver una cuestión que sigue aún vigente. Destaca Ríos también la creación de grupos organizados pro-nacionalistas en la vecina Xinjiang, provincia musulmana china conocida antiguamente como el Turquestán Oriental.
Por mi parte discrepo de la conceptualización única del conflicto como mero problema de identidades y autogobierno. Creo que el hecho de que las revueltas se hayan expandido ha Sichuan y Gangsu, tienen que ver también como los problemas sociales que vive el interior de China. El partido comunista sabe que con el tiempo el crecimiento económico supondrá un cambio en la estructura política, son hechos inalienables. De cualquier forma, me temo que la postura del politburo, el órgano ejecutivo del partido, seguiŕa siendo firme, muy a pesar de la significación que este año debiera tener para China como punto de inflexión hacia un país más tolerante y abierto. Sólo el tiempo lo dirá.
Artículo original del Xulio Ríos: La "conspiración" tibetana
2 comentarios:
Tiene toda la pinta que con las Olimpiadas en ciernes va a haber mucho movimiento alrededor de China: Tibet, su posicion con Sudan, Spielberg y compañía, atletas que se retiran de antemano no creyendose lo de su control de la contaminación... Las Olimpiadas no van a ser la panacea que esperaban.
dieguiño, que fumas?
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